Ayer fue el Día del Padre, y ante el artículo hablando de los mejores padres del manganime, se me ocurrió esta «tontá».
“Manga” es un término muy amplio. Desde el principio de los tiempos (manganímicos en España, se entiende), los aficionados nos hemos dejado los cuernos para que la sociedad entienda y acepte que el manga no es necesariamente para niños. Que hay manga para adultos. Joder, si hasta hay manga porno (de hecho, es histórica la contradicción de esos padres que se escandalizan porque esos “dibujos chinos para niños” no son más que “sexo y violencia”; amo a ve, almas de cántaro, si son sólo sexo y violencia, ¿no será que a lo mejor es que no son para niños?).
Peeeeero, quitando esa anécdota, la realidad realmente real es que la mayoría de títulos están pensados para un público juvenil (y luego ya podemos discutir si más para niños o para adolescentes, pero ahora no viene al caso).
Y sí, por supuesto que hay manga adulto. Y para tipos de lectores concretos. Y para grupos muy minoritarios de lectores… Pero si pensamos en los títulos realmente famosos, los verdaderamente gordos, los que han sido un bombazo a nivel mundial, resultará que prácticamente todos (si no directamente todos) iban encaminados a un nicho de mercado juvenil.
Así las cosas, tampoco voy a descubrir la rueda si digo que uno de los trucos de estos títulos es colocar como protagonistas a personajes con los que los lectores se puedan identificar. Y esto es… sí, amigues, adolescentes. Personas jóvenes a los que les pasan un sinfín de cosas raras. Muchachada que vive experiencias que, en el mundo real, probablemente no ocurrirían, entre otros muchos motivos (como que no existen los fantasmas, los dioses, los viajes en el tiempo, los planes maquiavélicos para dominar el mundo, etc) porque sus padres no les dejarían.
Es decir, que en este tipo de historias los padres molestan. Es normal. “Papá, mamá, me voy a recibir una somanta de palos y jugarme la vida por una tía de pelo lila que dice que es una diosa que quiere salvar el mundo”, “sí, claro, Seiya, lo que tú digas, y ahora tira a tu habitación a hacer los deberes”. «Y Seiya pasó toda la tarde luchando contra los malvados problemas de física que se empeñaban en hacer que distintos trenes saliesen de lugares distantes a diferentes horas». La verdad, no tiene mucho tirón.
Por tanto, para evitar problemas, lo más sencillo es eliminar este elemento que, siendo sinceros, haría la historia todavía más inverosímil al tener que buscar excusas a por qué unos padres teóricamente preocupados por sus hijos les dejan pasar días enteros fuera de casa, irse de aventuras a sitios extremadamente peligrosos, o directamente participar en algún tipo de guerra.
Que no siempre es así, claro, ahí tenemos el ejemplo de Campeones (Captain Tsubasa), donde la madre está encantada de que su hijo en edad escolar se juegue la vida por un partido de fútbol de categoría benjamín (así demuestra madurez y que ya es todo un hombrecito con su cantidad de años de una sola cifra). O esa extraña tendencia a demostrar una permisividad y tolerancia que francamente aquí en España choca un poco (ahora mismo me vienen a la mente esas madres que ven con buenos ojos que una bruja adolescente se vaya de casa a buscarse la vida por sí misma o que con 10 años te vayas a recorrer el mundo en compañía de una rata amarilla). Y eso cuando no son los padres los que directamente someten a sus hijos a un entrenamiento draconiano en aras de que sean «los más mejores» (ahí están por ejemplo Genma Saotome o Mitsumasa Kido, a cuyo lado, hasta esa escoria que jamás debería haberse reproducido que va a los entrenamientos de sus hijos a insultar al árbitro y decir barbaridades de todos los demás niños que no son el suyo, parecen el padre del año).
Sin embargo, lo normal es ventilarse a los padres. Que si son músicos famosos y están siempre en el extranjero, que si trabajan mucho y nunca paran por casa… el caso es que, ¿alguien puede recordar a los padres de Hanamichi Sakuragi en Slam Dunk? ¿A los de Kei Kurono en Gantz? Y eso cuando no son directamente huérfanos. En serio, haced memoria: ¿En cuántas series podéis recordar a padres de algún tipo, más allá de aquellas pocas en las que dichos padres tienen un rol importante cuando no son directamente parte de la trama? Ah, y no, el hentai incestuoso no cuenta.
Disney también tiene tendencia a eliminar a los padres. ¿Será algún tipo de conspiración mundial para acabar con los adultos?
En fin, que no quiero extenderme mucho dado que mi idea no es hacer un análisis profundo y exhaustivo (para eso ya tenéis otros artículos como este tan apasionante sobre terminología manga) sino simplemente comentar esa especie de tufillo que rezuma el manga a “los padres están de más”. Un concepto que, como digo, casa con la fase de rebeldía y desafío a la autoridad típicos de la adolescencia, estado en el que teóricamente se encuentra el público objetivo (lo que algunos llaman «target»).
Aunque, bien mirado, viendo casos como el de Goku, quien literalmente prefiere morir a ocuparse de su familia, o el de la madre de Marco, que se pira dejándolo tirado con un mono piojoso (y ya no hablemos de Gendou Ikari), quizá sea mejor que a los padres se los cepillen limpiamente.