Este viernes, Vértigo Films reestrena La princesa Mononoke en cines, con motivo de su 25º aniversario. Estrenada en 1997 y ganadora de varios premios, La Princesa Mononoke está dirigida por Hayao Miyazaki, con una magnífica banda sonora de Joe Hisaishi. Esta historia de expiación, venganza, esperanza y desesperación que ganó nuestro ranking de las 10 mejores películas de Ghibli.
Ahora, tres de nuestros redactores os cuentan porqué tenéis que ir a verla.
Porque es una de las mejores películas anime de la historia
Por Taichi
Porque hablar de La Princesa Mononoke es hablar, sencillamente, de una de las mejores películas de anime de toda la historia, sin exagerar un ápice. Hablamos de una película que aborda, una vez más, los temas que siempre ha querido transmitir Hayao Miyazaki en sus películas: las relaciones del hombre con la naturaleza, la contaminación medioambiental, el odio propio del ser humano y la lucha por la supervivencia en un mundo cambiante. Y lo hace a través de un protagonista, Ashitaka, cuya nobleza, entrega y carisma se abren paso ante las diferentes partes que se enfrentan entre sí y a su vez contra él, dando esperanza a los espectadores de que es posible un mundo mejor con esfuerzo y diálogo por parte de todos, respetando a la naturaleza a la que debemos todo aquello que nos rodea. Todo ello dentro de una historia cargada de acción, intriga y romances imposibles, con un guio soberbio que cambia con acierto el ritmo narrativo y con un reparto de personajes con los que es fácil empatizar pues, como bien maneja siempre Miyazaki, no son ni buenos ni malos al 100%, tienen sus razones y motivos para sus actos, lejos de clichés e incoherencias, dando así mayor profundidad y comprensión a la historia.
Una película que fue el espaldarazo definitivo para Miyazaki y el estudio Ghibli en Occidente, como quedó demostrado años después por el Óscar a mejor película de animación con El viaje de Chihiro, si bien la producción de La Princesa Mononoke fue el trabajo más arduo y duro para Miyazaki. Anime en mayúsculas y que será un disfrute tanto para los más veteranos otakus como para aquellos que creen que los dibujos animados son sólo cosas de niños. Imprescindible e histórica.
Porque son muchas historias en una sola película
Por Jaime OV
Fue la película que presentó a Ghibli y a Hayao Miyazaki en Occidente, más allá de grupos de cinéfilos y otakus. Aunque ahora cueste hacerse una idea, sus películas se estrenaban («cuando» se estrenaban) en cines pequeños, entre dramas familiares taiwaneses y comedias románticas moldavas. No eran nombres que llenasen salas y la crítica podía desechar las películas como «dibujos animados japoneses», inofensivos y tiernos… y nada más. Cuando Disney compró los derechos de distribución significó que podía abandonar a sus vecinos taiwaneses y moldavos y luchar por cines con más de siete filas y horarios alocados. El público y la crítica no debían hacer sacrificios para ver a Miyazaki.
Por la diferencia de lo que se había hecho hasta el momento. Acostumbrados a Totoro, Laputa o Kiki, nos habíamos olvidado de la fuerza y la acción de Nausicaä y aquí regresa, con poder y efectos digitales. Esta película tiene sangre, barro y mucha, mucha violencia. En algunos momentos bordea el terror con los ataques de los animales y la explosión del dios descabezado, que todo lo arrasa. Pero también hay poesía y belleza en la villa de los emishi, en el bosque primigenio con los kodamas. Es una reflexión sobre ambas mitades de la existencia: vida y muerte.
También va más allá del cuento ecologista simple de «humanos malos, naturaleza buena». La villa del hierro es muerte para los animales y los dioses, pero vida para los marginados que allí se refugian. Los dioses animales son presa de una ira tan autodestructiva como la conducta codiciosa de algunos humanos. Si algo, nos está diciendo que el conflicto solo engendra más conflicto. Además, también hay una visión sintoísta de la historia, la búsqueda de purificación, equilibrio y respeto a los «kami», que están en todas partes, hasta en el fuego de las forjas y los objetos que se fabrican.
Aparte, está llena de detalles que solo se entienden tras varios visionados: el significado de que Ashitaka se corte el pelo, la cultura de los emishi -una pura ficción, ay, dejaron de existir siglos antes de la fecha de la película. Saber que «el señor del bosque» en realidad es es «el dios de la vida y la muerte» da un nuevo trasfondo a lo que vemos; nos explica por qué todo florece y muere a su paso, o que el uso de sus poderes requiera un sacrificio: una vida debe perecer y otra seguir. ¡Ni San está segura de qué elegirá!
Aparte de Miyazaki e Hisaishi, la versión estadounidense (que es la que nos llegó) fue reescrita por el célebre novelista Neil Gaiman. La verdad, la historia de cómo Mononoke llegó a Occidente merecería una película aparte, con sus villanos, héroes, golpes de efecto y victoria final de los «buenos».
La banda sonora es otra obra maestra de Joe Hisaishi, con sus temas que refuerzan la animación y viceversa, que por una vez pudimos adquirir en tiendas de discos de nuestras ciudades sin dejarnos el dinero en webs raras ni copias piratas de otros lados.
Y, finalmente, iba a ser, para variar, la última película de Hayao Miyazaki.
Para sentirte un otaku de primera generación
Por Lázaro Muñoz
A lo largo de la historia, han llegado a los cines españoles muchas películas de animación japonesas, pero desde el “boom” de principios los 90 (gracias sobre todo a los canales que se denominaron “las privadas”), que hizo surgir y mantenerse al mundillo del manga en España (que sigue vivo y fuerte a día de hoy), todas llegaban directamente a vídeo (para los muy jóvenes, sería un equivalente a lo que hoy llamamos “streaming”), ninguna había sido estrenada en cines.
Hasta Pokémon.
Así, Pokémon. La Película fue el primer film animado japonés que llegaba a las grandes pantallas españolas desde el inicio de ese boom, pero a los aficionados al manga no les parecía significativo, ya que venía apoyada por el videojuego y la serie (donde en algunos capítulos ya se había hecho presentación del que sería el pokémon especial a desarrollar: Mewtwo). Sin embargo, poco después llegó La Princesa Mononoke, película que sí que llegaba “de cero”, sin apoyo previo de ningún tipo, y estrenándose incluso en ciudades pequeñas, algo de lo que se hicieron eco todos los medios especializados del momento (que, de nuevo para los más jóvenes, eran sobre todo revistas impresas, como Minami o Dokan; las redes sociales apenas eran el germen de una idea). Por fin el anime japonés empezaba a tener por lo menos presencia.
Los aficionados de la época lo vivimos como un gran triunfo, de manera que no era simplemente ir al cine a ver otra película más, sino que era ir al cine a ver una película de animación japonesa. No sé, es difícil describir en palabras la sensación de logro, de ver recompensados tus esfuerzos, de “vamos bien”.
Y ahora, muchos más años de los que me gusta admitir después, Mononoke Hime vuelve a la gran pantalla. Si por edad te perdiste aquel momento histórico, ahora tienes la oportunidad de recrearlo y sentirte como lo hicimos nosotros. Al fin y al cabo, si eres un/a/e otaku, también estás contribuyendo y colaborando, y tienes todo el derecho del mundo a poder disfrutar de la misma sensación de victoria que tuvimos los más viejunos.
Y además…
Y, si después de todo esto queréis alguna razón más: ¡porque hace calor y en los cines se está al fresco!