Hay miríadas de series. Y de libros. Y de películas. Y de canciones. Y de cómics. Y de…
Sólo consumimos un mínimo porcentaje de la inmensa oferta que hay para todo, normalmente lo que viene promocionado o con una agresiva campaña publicitaria. Por tanto, parece seguro que por ahí tiene que haber auténticas maravillas literarias, musicales, etc, totalmente anónimas porque no han tenido la suerte de conseguir la chispa que ilumine su estrellato.
Sin embargo, de vez en cuando la casualidad quiere que algo, merecidamente o no, se vea de pronto en la cresta de la ola.
Pues esto parece ser lo que ha pasado con El juego del calamar: una serie que te puede gustar más o menos, pero que estando muy lejos de ser el buque insignia de la plataforma en la que se emite, de pronto está en boca de todos y es la moda del momento.
¿De qué va?
Un coreano que pocos tildaríamos de recomendable (vive con su madre, divorciado de su mujer, no muy buen padre para su hija y de los que se gasta todo en apuestas) toca fondo y parece encontrar una oportunidad cuando le proponen participar en una serie de juegos con un gran premio económico al final.
Como suele ocurrir, demasiado bonito para ser verdad, y así resulta que cuando te eliminan en alguno de esos juegos, realmente mueres.
Por tanto, tenemos a un buen número de parias, escoria y gente con mala suerte en la vida en una situación límite. La serie está servida.
¿Está bien?
Como siempre, es cuestión de gustos. A mí personalmente me atraen las historias en las que juntas a un grupo de personas y las sometes a una situación límite para ver cómo reaccionan y, normalmente, ir viendo cómo la desesperación suele sacar lo peor de cada cual.
También es verdad que la he visto terriblemente previsible, pero yo ya soy perro viejo y cosas del estilo de Cube o Battle Royale han pasado sobradamente por mis manos, por lo que es difícil sorprenderme.
Me preocupa mucho más que la moda por la serie ha llegado a institutos e incluso colegios, y desde luego no me parece una serie para niños dado su nivel de violencia, crueldad e incluso lenguaje mal sonante, pero esa es otra historia para otra web.
Resumiendo
Es una serie cortita (9 episodios de una hora más o menos), y muchas veces he dicho que el hecho de no ser USA para mí ya es un punto a favor (ver distintos estilos de vida o construcciones (por ejemplo es curioso el sistema de entrada al metro), oír hablar de otro tipo de problemas políticos (en la serie se menciona un par de veces el tema de Corea del Norte y del Sur), etc). Se deja ver, y dado que ahora mismo está de moda, aunque no seas el típico mainstreamer (vamos, en español de los que saben hablar, el Vicente que va donde va la gente), simplemente para poder participar en la mayoría de conversaciones o entender los muchos memes que circulan, tendrías que darle una oportunidad.
En el peor de los casos, perderás una o dos horas de tu vida con una serie que te parecerá desagradable y con actores que sobreactúan. En el mejor, descubrirás una serie que te hará pasar un rato emocionante gracias a su lograda (y a veces inquietante) ambientación.