Si hay algo que nos gusta pensar es que somos seres únicos. No importa si somos funcionarios, profesores, médicos, enfermeras, dibujantes… nuestros trabajos están llenos de graciosas anécdotas, historias que todo el mundo debe conocer y con las que se partirán de risa. ¡Si mis colegas y yo nos reímos, seguro que el resto de la gente también!
Estoy buscando un manga: tiene la portada roja
Este el caso de la sufrida protagonista de Honda, la librera calavera. Trabaja en una librería japonesa solo especializada en manga y, dado el volumen de producción, tiene que lidiar con toda clase de cargas: desde físicas ―los libros pesan mucho, creedme― hasta las espirituales del «tú que hablas inglés…». Porque un nuevo tipo de público ha llegado a las librerías japonesas: los otakus extranjeros. Gente que llega con fotos mal escaneadas, capturas de pantalla de Am*z*n o textos escritos por otra persona preguntando por tal o cual manga.
A veces hay suerte: la obra existe, hay ejemplares de sobra y están cerca. Pero otras veces no es así; o peor aún, se enfrenta a una de las pesadillas de los libreros: que el cliente le diga «recomiéndame algo». ¡Trabajar en una librería no te convierte en experto de manga! (y los expertos no solemos trabajar en librerías… nos quedaríamos los mangas y no los venderíamos).
A esto hay que sumarle las particularidades del mundo editorial japonés. En Mangaes tenemos un listado larguísimo de editoriales, revistas y sellos japoneses y, si cada uno de ellos tiene las peculiaridades que indica Honda (es un manga autobiográfico en cierto modo), no es de extrañar que los trabajadores de las librerías acaben agotados.
«Personal» no es lo mismo que «importante»
La pega que tiene La librera calavera es la misma que un manga que salió hace un tiempo: Cómo se hace la Jump de Takeshi Sakurai. Son relatos anecdóticos, con algunas partes que pueden llegar a interesarnos (¿cómo se publica tal serie, qué onigiri le gusta al autor de My Hero Academia?), pero el resto son cuestiones muy especializadas («la Shonen XXXX se vende como revista») o en las que jamás nos habíamos fijado porque nunca habían llegado hasta aquí (¿cómo son las sesiones fotográficas de los premios de las encuestas de la Shonen Jump?).
Eso se relaciona con la entradilla de la reseña: todos creemos que nuestro trabajo y nuestras anécdotas son apasionantes y divertidísimas. Pero no, es un error. Cuesta aceptarlo, pero nuestras anécdotas laborales solo suelen hacer gracia a los compañeros de trabajo; al resto generalmente le da lo mismo, cuando no le aburren soberanamente. Sí, generalmente el público es tonto y espera milagros: ya lo hemos leído varias veces.
Una anécdota de regalo
Una de las primeras veces que mi hermano y yo viajamos a Japón (hace mucho tiempo ya) fuimos a una librería japonesa: no recuerdo cuál, ni qué compramos. Hicimos cola, nos tocó, tomaron los tomos, los abrieron uno a uno, sacaron la hojita que va dentro de todos los mangas, normalmente de color rosa (si habéis comprado un tomo japonés sin ella, os han vendido un ejemplar de segunda mano) miraron el precio, nos lo dijeron y pasamos a pagar. Cuando íbamos a irnos, nos dijeron que un momento; momentos de tensión: ¿nos habríamos llevado el último tomo o un manga que no estaba dirigido a nuestra edad, género, número y caso? ¿Salíamos corriendo? No, era una rifa, nos invitaron a tirar unas cuantas veces. Aún no sé si ganamos o perdimos, pero nos dieron tres portaminas, que deben de estar en algún cajón perdido.
Veinte historias más así y tendría para un cómic propio.
La librera calavera Honda-san
Resumiendo
Una obra sobre una librería especializada en manga suena más apasionante de lo que acaba siendo. Aconsejable para conocer un mundo y un punto de vista no muy conocido. Al lector más casual tal vez le resulte algo aburrida…