Sí, detesto ese subgénero literario que consiste en un protagonista desplazado –a menudo mediante accidente mortal– a otro mundo [‘isekai’] distinto al suyo, normalmente fantástico, donde corre toda clase de aventuras. Aborrezco su invasión de las listas de novedades; ni el manga se libra de historias así.
Igual que hace años Ken Akamatsu provocó la explosión del género de harén con su Love Hina, y el Harry Potter de J.K. Rowling provocó que animes y mangas se poblaran de escuelas mágicas (e incluso, uniendo lo mejor de los dos mundos, con harenes en escuelas mágicas) ahora el isekai plaga el mundo del manganime. ¿Cuánto queda para que alguien se reencarne en un ser de otro mundo con cinco o más candidatas a novia? (Nota de la directora: O sea, ¿como aquí?)
¿Isequé? Eso no me lo dices en la calle
Además, no es una novedad; gente viajando a otros mundos los tenemos desde un Un yanqui en la corte del rey Arturo de Mark Twain. En lo que toca el anime o al manga, hemos visto a gente viajando a mundos fantásticos en Aura Battler Dunbine, o, más recientemente en Doce reinos, Fushigi Yugi o Escaflowne. Aún me pregunto por qué nadie califica a estas obras como isekai. Caray, ahora que caigo, ¡hasta Digimon podría serlo!
Después, las historias son de cartón piedra y lentas como ellas solas. Como la acción comienza con el protagonista llegando un lugar del que no sabe nada, es fundamental contárselo todo, dejárselo bien mascadito (a él y al público). Todos adoramos que la acción se interrumpa con explicaciones larguísimas, ¿verdad? Cualquiera diría que son novelas ligeras a cuyos autores se les exige un cierto número de palabras por volumen… un momento, es que la mayoría lo son.
Además, son una fantasía de poder; los protagonistas suelen ser otakus vulgaris, tipos grises convertidos en semidioses, bien porque la la muerte y reencarnación viene con regalos extra, bien porque acaban en el lugar y momento exacto donde aprovechar todas las habilidades conseguidas tras años de aislamiento. El isekai le grita a su público: ¡eres un pringado en este mundo, pero en otro eres el héroe! (con sus variaciones de género, número y caso).
No sabes nada, Jon Otaku.
Alguien dirá que no me gustan porque «no soy su público objetivo». ¿Qué significa eso? Si una obra es buena, cualquiera debería reconocerlo, aparezca donde aparezca o se dirija a quien se dirija. Puedo admitir que me digan que soy mayorcito para apreciar Pocoyó –su público son niños de guardería (y progenitores) y les basta que haya movimiento, música y colores. ¿Pero una obra de manganime? Caray, cerremos el mundillo, porque ninguno aquí somos su público objetivo: adolescentes japoneses.
Tampoco se puede decir que hable sin conocimiento de causa, pues he visto unas cuantas obras de títulos cortos y expresivos: The Devil is a Part Timer! («El diablo es un mileurista» hubiera sido un éxito de ventas), Konosuba. God’s blessing on this wonderful world! (¿por qué dejar un título en inglés, cuando puedes dejarlo en inglés y japonés?), Aquella vez que me convertí en slime (y la otra vez qué pasó, ¿se transformó en almeja?), My Next Life as a Villainess: All Routes Lead to Doom! (alias «Soy la mala y mi futuro pinta fatal»), Re: Zero (sí, el título original es mucho más largo, pero yo no cobro por palabra). Para un género que no me gusta, mucha paciencia he tenido, existiendo Kitaro y Mitsuru Adachi.
Es más, después de haber visto todas esas, he descubierto que las calificadas como mejores o son parodias del género o sus protagonistas son conscientes de la situación en la que se encuentran. En el primer caso, algo malo, malo, debe de haber en el género cuando las «mejores historias» son parodias. Nadie ha dicho que Don Quijote o Watchmen sean «las mejores» novelas de caballería ni de los cómics de superhéroes, sino más bien, obras que pretendían acabar con los géneros parodiados. En el segundo caso, romper la «cuarta pared» puede ser divertido, pero a la vigésima vez que alguien señala un cliché diciendo «mira que cliché», cansa.
En conclusión
A lo mejor si un autobús me atropella al salir de casa y acabo en otro mundo con 30 años menos y poderes mágicos inimaginables podría llegar a apreciar este subgénero. Mientras tanto, seguiré evitando obras de títulos larguísimos y las palabras «reencarnación», «transformación», «otro mundo» y similares… y los autobuses.
Aunque viendo lo que opinan el resto de colegas de Mangaes, tal vez sea cosa mía.